¿Qué tal se recibió Clases de natación. Qué dicen los
lectores, hay critica de él?
No, no ha habido critica, lo que pasa es que
aquí no hay crítica, aquí sale un libro y la gente es muy apática, no sé, por
qué dicen que Nicaragua es el país de los poetas y Rubén Darío para arriba, y
no se nota, decir eso vergüenza nos debería de dar.
¿Es un síntoma que solo a nosotros
nos afecta o es la región?
Cuando fui a Panamá para recibir el Premio
Rogelio Sinán, vi mucha cohesión en los escritores, vi mucha organización,
estaban en un proyecto nada más. Aquí lo veo que es más de grupos, eso tal vez
termina debilitando la situación cultural del país.
En Nicaragua no hay editoriales en regla,
que digan vamos a buscar a este escritor, lo vamos a promocionar, lo vamos a
lanzar al mercado, lo que hay aquí, son solo imprentas donde el escritor tiene
que sacar de su bolsillo para pagar y ver cómo hace para desahacerse de su
libro, es triste, si lo comparás con ocho o diez años atrás, es triste.
¿Hace diez años la situación era más
crítica, no habían talleres de escritura y habían menos jóvenes publicando?
Te lo pongo así, decime qué editoriales son
las que han publicado últimamente a jóvenes escritores, cuáles, no hay. Antes
ibas por lo menos a las editoriales, y había una o dos que andaban apostando,
ahora no. Hoy el escritor tiene que ir con sus centavos a gastarlos y sacar su
libro, eso es triste.
¿Pero el Centro Nicaragüense de
Escritores te publicó?
Sí, así es. Mis últimos libros han salido
porque han ganado premios, si no ahí estuvieran, uno porque ganó el Rogelio
Sinán en Panamá y otro porque ganó el Premio Centroamericano de Novela Corta en
Honduras. No hay un apoyo.
En Clases de natación, editado por EDiciones Irreverentes, hay humor, amor y
desamor. ¿Viviste algún tipo de historias?
El trabajo de la primera persona siempre
hace creer que al escritor le pasan muchas cosas, no sé, yo soy bastante
aburrido en ese sentido y no me pasa nada.
El periodismo
¿En El Fabuloso Blackwell está retratada la
sala de redacción, personajes que hemos conocido, y de alguna manera tu
experiencia como reportero?
Lo que pasa es que me vi inmerso en el
periodismo, entonces quise contar la visión de un joven escritor. De un joven
periodista que se iba abriendo paso en ese mundo difícil del periodismo, ya que
es muy difícil avanzar en él. Aquí salen un montón de periodistas pero no todos
logran llegar a las redacciones y no todos van a la televisión, donde ellos
quieren.
¿Con El Fabuloso
Blackwell pusiste al descubierto la confianza que se deposita en
las fuentes, y qué pasa cuando estas mienten. También lo escabroso que puede
ser ese mundo?
Me sorprendió que más de cuatro periodistas
fueran engañados de esa manera, porque a un periodista se le puede engañar una
vez o dos veces, pero engañarlo durante dos años es bastante especial, el que
lo hace debe tener una coherencia en eso. Quise hacer un trabajo sobre eso, y
explicar lo que son las redacciones porque no había un libro que hiciera eso,
desde la óptica del mismo periodista.
¿Generó un poco de debate en el
periodismo. Se polemizó?
En Nicaragua la gente cree que cuando uno
critica está siendo malo, injusto. Como por ejemplo, en Dos hombres y una pierna, esa novela
trata sobre la relación entre un padre y un hijo, se critica la forma en que te
educan desde la vida familiar, pero criticar no significa odiar como muchos
creen, la gente dice que no podés criticar a tu padre porque sos malagradecido,
no es eso. La gente no ha entendido que uno critica a su padre porque lo
quiere.
¿En Dos hombres y una
pierna es donde más te desnudás como hijo?
Sí, ahí sí. Es mi novela más íntima. La
comparo mucho con Paula de
Isabel Allende, igual la historia que cuenta es cómo se muere la hija de la
escritora, y te acerca. También ves cómo se puede escribir con las entrañas,
que son historias familiares que captan la atención del lector.
¿Desde el 2002 en que se publicó La muerte de
Acuario, cómo la ves ahora?
Hablaba de eso con unos muchachos en la UAM
y les decía que fue un libro que al principio odié mucho, pero que me arrepentí
de no haberle dado su tiempo y ahora, después de renegar de él, creo que fui
muy duro y que se hizo un buen trabajo, el tiempo mismo lo ha dicho, no yo.
¿Entonces te avergonzás de tu primera
novela?
Al principio sí, me avergonzaba, me decía:
“Qué mal libro el que he escrito”, porque sentí que no le había dado el tiempo
que requería, pero la gente me ha hecho ver que fui duro con el libro, se
vendieron como diez mil ejemplares, algo te dice eso.
La muerte de Acuario es la venida de Jack el Destripador
a Managua , las pistas que le sigue Sherlock Holmes. ¿Por qué te
enganchaste con una historia como esta, estabas siguiendo la nueva corriente de
los thriller , la presencia mediática, tendencia de las
grandes editoriales?
No. Yo quería contar una historia. Es como
alguna gente que piensa que se puede escribir pensando en un premio, eso no se
puede, se termina en el fracaso, si se hace de esa manera.
En 1997, estaba haciendo un reportaje sobre
la vieja Managua y fui a varios archivos y me di cuenta que en 1888 y a finales
de 1889, se habían reportado casos de mujeres asesinadas en Managua y me
imaginé que para ser una Managua de 60,000 habitantes, seguramente esos
crímenes fueron un escándalo, después seguí investigando y vinculé a este
asesino de Londres, porque él desapareció en esta misma fecha.
Huyó en octubre a Nueva York desde Londres
porque lo estaban siguiendo la policía de Scotland Yard, y da la casualidad que
en ese entonces venían barcos hasta Nicaragua, todo eso se juntó. Y también
debía venir alguien de la misma altura y se me ocurrió que podía ser Sherlock
Holmes, el investigador creado por Arthur Conan Doyle.
¿Funciona primero el ojo del
periodista y después el del escritor?, ¿cómo te desdoblás, cómo funciona en las
novelas?
Por ejemplo, La muerte de Acuario inició como algo periodístico que era
una crónica sobre la vieja Managua, saqué el reportaje, luego me di cuenta lo
de Jack, pensé en ampliarlo, pero algo me decía que daba para más, así me pasé
cuatro años intentando pensar cómo hacerlo, porque yo no sabía escribir.
¿Cómo ha sido el proceso de
aprendizaje. No estudiaste literatura, ni has estado en talleres literarios y,
cuándo sabés que una novela está lista?
Los talleres son buenos, pero creo que lo
más importante es saber qué es lo que querés contar, y tenés que sufrir delante
de tu computadora. No tengo una carrera como escritor. En Nicaragua no me ven
como escritor sino como el periodista que se metió a escritor, y el escritor se
hace en el camino, no en un taller.